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Entrevista con Ramón Xirau: la presencia es ir dentro del barco[1]

Mariana Bernárdez

Ramón Xirau es la voz que entre murmullos se ha convertido, para la vida de muchos, en música, quizá como la entendían los pitagóricos, quizá como anagnórisis o más aventuradamente como reminiscencia. Sentado en su estudio, rodeado de libros y papeles comienzo a preguntarle del exilio, una pregunta lleva a otra... Las palabras se hilan en sus labios como si cantara una canción que se refugia en el alma para no hacerla olvidar su corporeidad.

rx: El exilio me influyó, evidencia de ello son los paisajes que evoco, la nostalgia por los lugares, lugares imaginados, cuando he vuelto ya no están, es una poesía de queja, de protesta social quizá como la del profeta Isaías, conlleva al recuerdo y a la nostalgia, pero más que nada, el exilio me hizo percibir la crisis mundial. En España defienden la idea del exilio interno refiriéndose a los poetas que viviendo ahí no pudieron publicar y mucho menos en catalán. Mi primer libro de poemas se publicó en México en 1951 Diez poemas, luego en 1955 L'espill soterrat y el primer poemario que apareció en España fue Las playas en 1974.

¿Y qué busco en las cosas,

sino su huella llameante,

tu herida luminosa en las hojas

trémulas de pájaros?

Empecé a escribir poesía en catalán por razones evidentes, por ser mi lengua materna, aprendida en el ámbito familiar y en el colegio. Hay una relación entre la poesía y la lengua materna, es lo más enraizado al origen, origen como lugar, espacio y cultura que te rodea, pero también como raíz que nos liga con un todo. Simone Weil habla de arraigo en dos sentidos, el de la tierra y el del mundo trascendente, estoy de acuerdo con ella. En México en los años '40 en una estancia en Michoacán fue cuando más me sentí en un "origen".

Sin saberlo han entrado en tu Templo,

las músicas antiguas y tocadas son presentes,

pero, duro, el oído no oye nada. El templo es bello

y es viejo el Templo de los muros vivos,

la flor de la humedad es la flor de la humildad.

No estoy seguro de que la poesía revele un origen, cuando uno escribe no se es muy consciente de esto, aunque puede que se dé. El crítico inglés Arthur Terry habla de ello en referencia a dos de mis poemas: Cordero y Gradas que bajo su perspectiva aluden a este problema. El origen dentro de mi poesía es mi jardín; realmente cuando en un verso digo "la hoja verde" me refiero a lo que veo aunque posteriormente se sublime su significado.

No puedo describir esta hoja verde

de venas verdes, venas amarillas.

La hoja es todo un mundo,

igual que el mundo de este mundo.

En la hoja de cada clara hoja,

otro mundo. En la ahojada hoja de la hoja,

mundo y más mundo.

La hoja de la hoja de la hoja.

En el poema está implícito el juego de la palabra y el silencio como en la música, como en la arquitectura donde se construye un espacio, es el arte que hace que algo que no existe, exista, probablemente este principio ponga en relación a todas las artes. El poema tiene un movimiento de construcción que le lleva a reflexionar sobre sí mismo, ejemplo de ello es Holderlin y Mallarmé.

No soy partidario de este tipo de poesía porque corre el riesgo de caer en un solipsismo poético. El poema que se cierre sobre sí mismo se abre mediante la lectura, se da la comunicación, la relación subjetiva y el conocimiento entre sujetos, por tanto el poema siempre conlleva en este sentido a un conocimiento. Tomando incluso como punto de partida la polisemia se puede afirmar esta idea, si la poesía es polisémica es porque está hecha de semejanzas y sobre todo de diferencias que provocan al lector y lo llevan a introducirse dentro del texto, a recrearlo, son dos sujetos que se religan y por tanto se conocen. El hombre es un ser religado sino no existe, el conocimiento del arte nos religa a los demás, dice Kierkegaard al respecto: "Hay que ser objetivo consigo mismo y subjetivo con los demás", tal vez eso sea el amor o el conocimiento amoroso.

Los sauces se hacen ríos

y los ríos se vuelven sauces,

todo el universo se mira

en la mirada de Tus ojos.

Alguna vez escribí que en la poesía no puede haber prosas profanas, toda poesía tiene algo sagrado y la mística es ver al mundo como algo sagrado y religarse a Dios, cosa muy clara en la "Séptima Morada" de Santa Teresa. La palabra mística tiene el mismo origen que la palabra misterio, cuando se llega a los últimos grados de unión mística se llega al misterio que es inefable, lo inefable que se dice, como escribe San Juan: "Un entender sin entendiendo/ toda ciencia trascendiendo", es ese conocimiento amoroso de una totalidad que tiene cabida en este mundo de una manera aludida. El libro que más me influyó en este sentido fue uno de mi padre Amor y mundo.

Danzas,

en los cabellos

pequeñas flores rojas,

el venteo es muy calmo,

y tú, muchacha, exacta

enamoras el campo,

cántico tan azul y tan sencillo.

Hay un ascenso en la poesía en el sentido de conocimiento, en el poema de Gradas es muy claro que hay un ascenso, pero es un ascenso que no abandona la realidad, la transforma, pero sin negarla o es simplemente decir la realidad, por eso uno de mis libros de poemas se llama Dicho y escrito.

Un poema no es interpretable, se puede comentar dentro de una comunicación silenciosa, sobre todo, una obsesión mía, lo que hay es presencia del poema. La presencia es algo muy vital y personal, tal vez comunicable a otras presencias. El sentido de la presencia en la poesía tiene que ver con el tiempo vivido, el pasado no es, el futuro todavía no es y el presente se vuelve pasado que no es, la presencia es ir dentro del barco, no verlo pasar, es decir, es un tiempo constante, no podemos dejar de estar ahora en el mundo, no podemos dejar de vivir. Bergson fue mi guía en esta idea, el tiempo es el que se vive constantemente y eso es una presencia.

La hoja verde, verde,

                                  todo un mundo

Sí, claro. ¿Pero el tiempo del tiempo,

el tiempo del tiempo del Tiempo?

La presencia queda involucrada en la creación misma, el pasado sólo se puede mirar desde el presente, al igual que el futuro, así que lo que se recuerde (pasado) o se imagine (futuro) radica en el aquí y ahora. No creo, en este sentido en el instante porque la presencia es una pura continuidad, es un estar, uno no va dando brincos de instante en instante. Esta continuidad se puede abrir al mundo trascendente, a pesar de que la visión de absoluto se nos fragmente, cosa que expresan muy bien los místicos como San Juan y Santa Teresa. El poeta puede tratar de expresar esa totalidad, pero nunca lo logra porque es lo indecible, de aquí la relación entre palabra y silencio, el punto de contemplación es interno, la poesía sale de adentro.

El Otro, ¿dónde el Otro?

No lo dicen las palabras, no

lo cantan las palabras.

Y sin embargo ellas lo dicen,

el Otro que nos busca, y nos quiere y nos ve,

¿dónde, dolor de luz, dónde, luz duelo?

Hay dos cosas muy importantes en la poesía: el tiempo vivido ya que se parte de un hecho que se recrea, y la atención como un tender hacia que propugna por la comunicación y el conocimiento. Cada vez que se cuenta el hecho se va transformando, se desgasta, se disuelve, pero la imagen sigue presente, como la poesía en sí misma. Creo que en este mundo, cada vez más automatizado, se necesita más que nunca a la poesía, la poesía sigue...

La luz se filtra por la ventana, Xirau me mira detrás de sus ojos, podría seguir en este diálogo, pero a veces el tiempo traiciona los sortilegios, quizá continuemos la charla otra mañana y volveré a ver la enredadera, me quedo con su murmullo, como el agua del río, tiempo que acaba para renovarse.

 

Me pasa el río que pasa

y yo soy este río

cuando la ventana abierta

hace contagio de ojos y de aguas.

 



[1]  Mariana Bernárdez. “Entrevista con Ramón Xirau: la presencia es ir dentro del barco”. Periódico de poesía. Nueva Época. INBA-UNAM. México. Primavera 1994.

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